Friday May 09th 2008, 7:38 pm categoría: Artistas, Exposiciones, Procesos y Procedimientos de Arte
Ahora vamos a abordar la obra de León Ferrari, a propósito de su exposición en la galería Braga Menéndez, desde otro punto de vista: desde su condición de objetos dispuestos.
Los objetos elegidos para esta exposición son secuelas (variaciones) de otras obras anteriores realizadas como experimentaciones con plástico expandido, mezclado con objeto pre-existentes (sillas e instrumentos) en un ready-made recurrente. Esta lectura de obras pretende avivar la antinomia representación – presentación.
Como ustedes pueden ver en la foto estas obras (los músicos) están dispuestas en una gran sala blanca evitando las murallas, describiendo un semicírculo. Desconozco si esta decisión fue tomada de acuerdo entre el artista y la galerista, lo relevante es su efectividad. Hace innecesaria la lectura simbólica de sus componentes, de las intenciones del artista, de las relaciones cromáticas y todas esas costumbres analíticas curatoriales renacentistas (figurativamente hablando!).
Pero la consecuencia es sorprendente: las obras, en conjunto y debido a su montaje, ocasionan un comportamiento del espectador, la sensación de valla es inevitable. No hay relato, hay un acto único donde solo ocurre una cosa: el acto social está (físicamente) contenido por los hitos que son su excusa. A diferencia de muchas otras inauguraciones acá la obra expuesta no puede ser obviada, son un obstáculo en el movimiento sobreviviendo el comentario intimante que los relativiza y los agrega a una conversación que no los necesita. Esto es Dingpolitik, política de los objetos que obligan al comportamiento.
Es divertido – me dice Paula cuando ya nos vamos – como este viejo se caga de la risa de todo. No solo eso, contesto yo (superlativo), se ríe de todo y nos coloca en su exposición. El espectador es un objeto del artista.
Jorge Sepúlveda T.Curador IndependienteMayo de 2008.
Los objetos elegidos para esta exposición son secuelas (variaciones) de otras obras anteriores realizadas como experimentaciones con plástico expandido, mezclado con objeto pre-existentes (sillas e instrumentos) en un ready-made recurrente. Esta lectura de obras pretende avivar la antinomia representación – presentación.
Como ustedes pueden ver en la foto estas obras (los músicos) están dispuestas en una gran sala blanca evitando las murallas, describiendo un semicírculo. Desconozco si esta decisión fue tomada de acuerdo entre el artista y la galerista, lo relevante es su efectividad. Hace innecesaria la lectura simbólica de sus componentes, de las intenciones del artista, de las relaciones cromáticas y todas esas costumbres analíticas curatoriales renacentistas (figurativamente hablando!).
Pero la consecuencia es sorprendente: las obras, en conjunto y debido a su montaje, ocasionan un comportamiento del espectador, la sensación de valla es inevitable. No hay relato, hay un acto único donde solo ocurre una cosa: el acto social está (físicamente) contenido por los hitos que son su excusa. A diferencia de muchas otras inauguraciones acá la obra expuesta no puede ser obviada, son un obstáculo en el movimiento sobreviviendo el comentario intimante que los relativiza y los agrega a una conversación que no los necesita. Esto es Dingpolitik, política de los objetos que obligan al comportamiento.
Es divertido – me dice Paula cuando ya nos vamos – como este viejo se caga de la risa de todo. No solo eso, contesto yo (superlativo), se ríe de todo y nos coloca en su exposición. El espectador es un objeto del artista.
Jorge Sepúlveda T.Curador IndependienteMayo de 2008.